Los interruptores endocrinos son sustancias químicas ajenas al cuerpo humano, generan la interrupción de algunos procesos fisiológicos hormonales.
Pueden ser de origen natural o artificial. Por ejemplo, la cerveza tiene ciertas hormonas similares a las femeninas que propician un aumento de las glándulas mamarias en hombres.
Normalmente cuando se habla de interruptores endocrinos se refiere a los contaminantes. Estas sustancias pueden provocar infertilidad o incluso cambios de sexo en peces e invertebrados. En humanos el efecto no es tan radical, pero si afectan a la fertilidad y puede provocar pequeñas deformaciones como genitales ambiguos o testículos que no bajan al escroto.
Dr. Nicolás Olea, dio una conferencia en la Alquería de Vicent Martí, III Jornada de reflexión sobre Agricultura Ecológica y Consumo Responsable. En la charla abundaron los datos catastróficos sobre el efecto de los químicos en la salud, pesticidas, detergentes, plásticos y otras hormonas. Pero más allá del miedo y la alarma social, Nicolás Olea habló de la conciencia, de la necesidad de saber, aunque las grandes corporaciones y los intereses económicos intenten mantenernos en una feliz ignorancia.
El 18 de abril de 2008, los ministros de sanidad y medio ambiente de Canadá convocaron una rueda de prensa, donde dijeron textualmente que desaconsejaban el uso de biberones de plástico, porque en contacto con líquidos calientes liberaban una sustancia tóxica, Bisfenol A, por el monómero con el que están fabricados. Esta noticia no trascendió de manera global, a pesar de que provenía de fuentes acreditadas, millones de personas en todo el mundo están alimentando a sus hijos con biberones de plástico ignorantes de este hecho. Este fue el primer y alarmante dato de los muchos que el científico Nicolás Olea ofreció en la conferencia.
A continuación, se habló del aumento de la incidencia de cáncer en las mujeres granadinas, que crece un 3% cada año, por razones aún por determinar, y del hecho que una investigación del Hospital Clínico de Granada de 2006 reveló que el 99% de las mujeres que dan a luz tienen DDT (diclorodifeniltricloroetano) en la placenta. El DDT, era un insecticida de uso agrícola que se usó mucho en las décadas de los 50 y los 60, aunque en 1977 se prohibió en España.
Es una sustancia con una degradación muy baja, que perdura durante mucho tiempo en organismos. Aunque hace más de 30 años que el DDT (diclorodifeniltricloroetano) no se usa, si nuestras madres estuvieron expuestas a él en alguna ocasión nos lo habrán transmitido, y nosotros a nuestros hijos. Productos químicos: DDT
Actualmente, el 5% de la superficie de España se dedica al cultivo de fruta y verdura, pero consumimos el 80% de los pesticidas que se fabrican. Si el reparto de pesticidas fuera uniforme, nos corresponderían 2 kilos por persona y año. El problema es que el reparto no es uniforme, y en zonas de agricultura industrial, como El Ejido, la exposición es mucho mayor.
Dr. Nicolás Olea afirma que en esa zona, las intoxicaciones agudas son sólo la punta del iceberg de las intoxicaciones crónicas, que se manifiestan años después en temblores, consecuencias neurológicas y otros síntomas, por no hablar de la incidencia de cáncer en agricultores (linfoma, próstata, tumores cerebrales, leucemia…).
Esto, según Nicolás Olea, se ha observado en diferentes especies animales, como las carpas del río Ebro, cuyos machos están feminizados, o los moluscos de las rías Gallegas, donde el 60% de las hembras tienen penes, de modo que la actividad hormonal propia de la especie queda modificada.
El Bisfenol A, plástico que recubre el interior de las latas, y el famoso material de los biberones que mencionábamos al principio, es también estrogénico, pero se sigue usando porque es resistente, transparente y mucho más seguro en el uso diario que el cristal, frágil y cortante. De todos modos, el principal motivo de su uso no es este, sino la ignorancia de la población.
El Dr. Nicolás Olea ha llevado en los últimos años los resultados de sus investigaciones ante diferentes organismos internacionales, donde incluso las pruebas más fehacientes se han encontrado con una respuesta indiferente. De todos modos, y aunque los datos que arrojan sus estudios son indudablemente alarmantes, el Dr. Olea se lo toma con buen humor, y expone sus cifras y resultados de un modo claro y sencillo, salpicando sus conferencias de anécdotas y referencias a su vida personal. No se trata de tener miedo ni de crear alarma social, sencillamente: