El negocio de transgénicos huye desde Europa hacia América


La comercialización de los alimentos transgénicos para el consumo humano comenzó el 18 de mayo de 1994, cuando la Agencia Alimentaria (Food and Drug Administration) de los Estados Unidos autorizó el comercio del primer tomate "Flavr-Savr" (tomate de larga vida), obtenido por la empresa Calgene, con un proceso de maduración retardada que facilitaba su almacenamiento y transporte a grandes distancias. Calgene hizo historia, pero los costos de montaje evitaron que la compañía fuese rentable, Calgene Pacific Ltd en el desarrollo y patentado de métodos de ingeniería genética para producir la primera rosa azul, un sinónimo en la cultura japonesa de lo imposible. Con el tiempo fue adquirida por Monsanto Company. Actualmente en el mundo, existen más de 80 productos transgénicos.

 
España desde 1998, por legado del Gobierno Aznar, continuado por el gobierno de Zapatero y seguido por el actual gobierno de Rajoy, el único país de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala. De hecho, somos el mayor productor europeo de los polémicos OMG (Organismos Modificados Genéticamente), acaparando más de la mitad de los cultivos transgénicos de la Unión.

Europa no es continente para transgénicos. El rechazo social y político en muchos países ha dejado a la Unión Europea (UE) muy atrasada en el terreno. Y el anuncio de que la multinacional alemana BASF trasladará a EE.UU. y a América del Sur la mayor parte de sus investigaciones sobre el tema es el último síntoma de la victoria de ecologistas y grupos de consumidores en esta dura pugna. 

El gigante químico alemán BASF cierra sus tres laboratorios genéticos y traslada su sede central de biotecnología de Limburgerhof (Renania) a Raleigh (Carolina del Norte). Los productos modificados genéticamente "no encuentran suficiente aceptación en Europa" para justificar las inversiones, dijo la portavoz Julia Meder.



En 2004 la suiza Syngenta tomó una decisión similar. Como Monsanto, Dow y Dupont no mantienen centros de investigación en Europa, de las grandes firmas sólo Bayer mantiene centros en la UE. 

Carel du Marchie Sarvaas, director de Biotecnología de Europa Bio, asociación empresarial del sector, consideró que la situación es desastrosa. "Hablamos de puestos de trabajo para doctorados, bien remunerados, y las empresas europeas se las llevan a EE.UU." 

Las dificultades de implantación en Europa no se deben tanto a restricciones legales para la investigación y el cultivo como al rechazo del consumidor. Un eurobarómetro de 2010, con 16.000 encuestas constató un incremento del rechazo a los productos transgénicos: había subido del 57% de 2005 hasta el 61%. 


Entonces solo seis países cultivaban transgénicos: España, la República Checa, Portugal, Rumania, Polonia y Eslovaquia. En Europa había solo unas 100.000 hectáreas, comparadas con 134 millones en el mundo. 

La situación es tal que Francia, Alemania, Hungría, Grecia, Austria, Luxemburgo y Bulgaria,  dos estados Mejicanos han prohibido el maíz transgénico


En EE.UU. y en los países en desarrollo, en cambio, hay mucho menos debate. Carlos Vicente, director de Biotecnología de Monsanto para España, afirmó que la situación europea no afectará al desarrollo mundial: "Países muy importantes en la producción de materias primas agrícolas, como Canadá, EE.UU., Brasil, Argentina, China o India, por ejemplo, siguen avanzando en el desarrollo de la biotecnología agrícola".



Victoria ecologista o pérdida para Europa

El profesor de Investigación del CSIC Pere Puigdomènech opinó que la retirada de BASF "se puede ver como una victoria ecologista o como una pérdida para Europa, porque la biotecnología aplicada a la alimentación no se va a frenar. BASF apuesta por biotecnología vegetal. BASF, empresa química líder a nivel mundial, anunció la concentración de sus actividades de biotecnología vegetal en América del Norte y América del Sur. Brasil, por ejemplo, ha hecho una judía transgénica y EE.UU. debate ahora la aprobación de la alfalfa". 

Puigdomenech destaca otro aspecto, que al perder la investigación, la UE también pierde el control: "Se importan millones de toneladas de grano transgénico pero no podremos controlar si lo producen otros y no tenemos la tecnología".

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