Comes
cuando no tienes hambre. Tienes afecto a algún alimento recurrente. Te
alimentas para nutrir algo más que tu cuerpo.
Nuestros
hábitos nos hablan para que les prestemos la atención que requieren. Cuando
comes sin tener hambre estás utilizando la comida como una droga, lidiando
con la pérdida, la enfermedad, el aburrimiento, el rechazo, la tristeza, la
soledad o el vacío. La comida no es más que la intermediaria, el medio para
lograr un fin: cambiar nuestras emociones en vez de pararnos a escucharlas.
Dietas, adicciones y
el conocimiento del yo
No
existen apegos alimenticios, existen carencias energéticas. Somos energía,
nosotros y lo que nos rodea. A veces se trata de una energía más densa que
podemos ver y tocar (nuestro cuerpo físico); otras energías son más sutiles y
podemos percibirlas pero no verlas (nuestro cuerpo emocional y mental).
Existen
tres cuerpos que conforman el yo: el físico, el emocional y el mental. Es importante
que estos tres cuerpos estén en armonía y trabajen para un mismo fin, si
cada uno va por caminos diferentes y desea cosas distintas, sólo conseguiremos
que reine el caos y la confusión. En el fondo está nuestro yo más profundo
que debemos aprender a conocer. Con el conocimiento energético de los alimentos
y de las necesidades de nuestros cuerpos se genera sabiduría y libertad de
acción.
Entender el por qué de nuestros deseos nos aporta equilibrio y
comprensión.
El
desconocimiento de alguno de nuestros planos provoca desequilibrios, un claro
ejemplo es el de las dietas. ¿Por qué fracasan la mayoría de las dietas?
“la
dieta más infalible resulta un gran fracaso porque dentro del nuevo cuerpo
continua estando el mismo corazón roto”. Palabras de Geneen Roth
El
hambre emocional nunca se puede resolver en el plano físico, “siempre que
quieres comer cuando no tienes hambre o que no quieres dejar de hacerlo cuando
ya estás llena, sabes que está pasando algo que requiere tu atención y afecto”.
El utilizar los alimentos como tapadera o la adicción a la comida no son más
que una meta, un anhelo, un intento, de conectar con ese lugar que
está íntegro, crear ese momento en el que te dices a ti mismo: “quiero paz, tranquilidad,
olvidarme de todo por un momento”.
El cuerpo físico
El
cuerpo físico es el que vibra de forma más lenta de los tres, por eso podemos
velo y tocarlo. Necesita tiempo para hacer cambios, lo que hoy le pasa a nuestro cuerpo físico no es el resultado de las acciones
de ayer ni de la semana pasada sino que tarda años en mostrarlo.
Hay
que darle a cada cuerpo el tipo de vibración que necesita, al cuerpo físico hay
que darle alimentos físicos, primarios, naturales y cocinados de forma
sencilla. La autora y terapeuta emocional Montse Bradford propone las
siguientes indicaciones para nuestra comida principal del día:
- Una
clase de cereal integral en grano.
- Una
clase de proteína (legumbres, tofu, tempeh o pescado).
- Un
alga.
- Una
cocción larga de verduras de raíz y redondas, que nos proporcione el dulzor
natural que necesitamos.
- Una
verdura verde, cocinada muy ligeramente para que nos dé la depuración que
nuestro hígado necesita, además de proporcionarnos frescor, fibra, calcio,
clorofila, hierro y textura crujiente
- Una
pequeña porción de semillas o frutos secos, germinados y pickels (verduras
fermentadas naturales.
¿Qué sucede cuando
un grupo de estos ingredientes no está?
- La
carencia de cereales (carbohidratos) que son los encargados de generar
vitalidad, energía y tonicidad a nuestro sistema nervioso, hará que por la
tarde nos sintamos ansiosos, con falta de energía, desconcentrados, con ganas
de tomar bollería, galletas, chocolate o algún azúcar rápido para compensar la
carencia del cereal.
- La
carencia de proteínas
hará que por la tarde deseemos algo que nos llene, según la persona puede que
le apetezca tomar chocolate, frutos secos, patatas fritas…
- La
carencia de algas
(verduras del mar que tonifican nuestro sistema nervioso y circulatorio, además
de remineralizar los huesos y alcalinizar nuestra sangre), generará apego a
ciertos alimentos salados para compensar la deficiencia de minerales en nuestro
cuerpo, tales como el jamón, los embutidos, quesos, snacks salados, sal cruda
por encima de las comidas.
- La
carencia de verduras de raíz y redondas cocinadas en cocciones lentas (puesto
que son las encargadas de aportarnos el dulzor natural que necesitamos y que
nos hacen sentir más relajados y menos ansiosos) hará que busquemos ese dulzor
en otros alimentos menos sanos como la bollería industrial, los postres, las
galletas o el chocolate.
- La
carencia de verdura verde, necesaria para depurar el hígado y la vesícula
biliar, hará que nos sintamos bloqueados, tensos, con mal humor, más agresivos
e irritables.
El cuerpo emocional
El
cuerpo emocional es un cuerpo al que la mayoría teme conocer, de niños nos
educaron más en los libros que en las emociones y ahora de adultos, cuando no
entendemos lo que pasa tendemos a “taparlo” en vez de indagar en nosotros y
buscarle un por qué.
No
podemos ver el cuerpo emocional pero sí sentirlo y cuando está en desequilibrio
puede alterar todas nuestras funciones, tanto mentales como físicas. La
palabra emoción en ingles es emotion, (e-motion) que es energía en movimiento.
Nuestras emociones son energías en movimiento que pueden hacernos felices o
hundirnos.
Tenemos
que aprender a escuchar a nuestro cuerpo emocional, saber qué pautas de
comportamiento tenemos cuando estamos decaídos o cuando estamos bien,
depurarlo, alimentarlo y honrarlo a diario.
¿Qué
clase de alimento satisface a tu cuerpo emocional? Escuchar música, pasear,
pintar, meditar, estar en contacto con la naturaleza, sentir el afecto de tus
seres queridos… cada persona es única y tiene que encontrar su forma.
Al
igual que al cuerpo físico lo alimentamos un mínimo de tres veces al día, el
cuerpo emocional también debe nutrirse a diario porque es en el caso de
desnutrición cuando utilizamos la comida como anestesia.
Clasificación
extraída del libro de Alimentación y emociones de Montse Bradford, sobre
alimentos extremos que nos generan emociones:
- Emociones
de agresividad, ira, impaciencia, inflexibilidad (cuando se ve afectado el
hígado y la vesícula biliar),
- Preocupaciones,
exceso de pensamientos, apego al pasado, falta de autoconfianza y victimismo
(cuando se ven afectados el estómago, el bazo y el páncreas),
- Miedos,
falta de coraje, estar cerrados a experiencias nuevas (cuando afectan a los
riñones y la vejiga),
- Emociones
cerradas, estancamiento de energía, falta de comunicación y aislamiento (cuando
afectan a los pulmones).
- Energía extrema
yin: Energía
centrífuga, expansiva, vibración muy rápida, genera evasión, dispersión,
desconcentración, adrenalina y debilidad del sistema nervioso, óseo,
circulatorio y endocrino.
Los alimentos que la generan son: las drogas,
alcohol, estimulantes (té, café, bebidas gaseosas azucaradas), azúcares y
levaduras artificiales (azúcar blanco, moreno, bollería, chocolate, miel,
pastelería…), algas de lago (agar-agar, espirulina, klamath), lácteos blandos,
leche de soja, tofu crudo, hierbas aromáticas, frutas tropicales o locales muy
expansivas (plátano, piña, mango, aguacate coco, papaya…), verduras solanáceas.
- Energía extrema
yang: Energía
centrípeta, acumula, bloquea, peso denso, calor, vibración muy lenta y
profunda, bloquea órganos y sistemas.
Los alimentos que la provocan son: las aves,
carnes y grasas saturadas, quesos secos y salados, huevos, embutidos, jamón,
pizzas y horneados, condimentos salados (miso, salsa de soja, tamari…), sal.
- Energía moderada (de
uso diario): endulzantes
moderados naturales, frutas secas locales, frutas frescas locales y de
temporada, semillas y frutos secos, verduras locales y de temporada, algas de
mar (kombu, wakame, nori, espaguetti de mar), leguminosas y proteínas
vegetales, cereales integrales y pasta integral, pescado y marisco.
El cuerpo mental
Los
pensamientos son una creación propia. Nada ni nadie tiene poder sobre
nosotros más que el que queramos darle con nuestros pensamientos. Cada uno
tiene su mapa propio de la realidad, no hay dos mapas iguales, y es importante
tener siempre en cuenta que el mapa no es el territorio.
Según
sea la calidad de nuestros pensamientos, así serán nuestras acciones y la
calidad de nuestras acciones alimentará nuestros pensamientos convirtiéndose
este ciclo en el eterno pez que se muerde la cola.
Nuestro
cuerpo mental es el más rápido de todos, vibra a tal velocidad que no podemos
verlo, va a la velocidad del pensamiento. Nuestra mente también se ve
influenciada por lo que decidimos comer o beber. Sabemos bien qué substancias
con reacciones extremas (alcohol, azúcar, drogas, etc.) nos generan reacciones
caóticas de dispersión y evasión, sin dirección ni orden. Habrá mucho
movimiento en nuestras mentes, muchas ideas, pero difícilmente estaremos en
condiciones de consolidarlas.
Al
mismo tiempo, para recuperar nuestro centro necesitamos desprendernos de viejos
hábitos y pensamientos basados en una conciencia limitada, falsa e ilusoria
causada por una identificación en exceso con nuestro ego, a partir de la cual
hemos creado apegos, debilidades y defectos.
Algunas
sugerencias para empezar a conocer nuestro cuerpo mental: Tómate tu
tiempo y observa tus pensamientos preguntando a tu mente: ¿En qué piensas?,
¿Qué creencias te debilitan?, ¿Qué pensamientos positivos te dan fuerza?, ¿Qué
sugerencia sencilla y práctica podría hacer para que te sintieras con más
armonía?
No
te juzgues ni victimices
Crea
pensamientos positivos y de agradecimiento, no gastes en tiempo pensando en lo
que no quieres y aprovecha esa energía para focalizar en lo que sí quieres.
El
pasado quedó atrás y sólo tiene el poder que queramos darle. El presente es el
resultado de las decisiones que tomamos en nuestro pasado. Empieza a cambiar
ahora tu interior para escoger tu futuro.
Practica
el silencio. El silencio es la puerta hacia nuestro ser que tarde o temprano
todos tendremos que atravesar, ¿para qué esperar?
Tú controlas tu mente y no al revés, tenlo siempre
presente